El lunes 23 tenía la prueba final con los alumnos de 2º de Bachillerato de Historia del Arte.
Desde el principio rehuí de la idea de hacerles un examen escrito, ya que me parece que hay formas mucho mejores de cuantificar y valorar sus conocimientos y aprendizaje. Desde luego, la forma que yo pensé tampoco era la más adecuada.
Cuando empecé las sesiones ya les informé de que tendríamos una prueba final con carácter informal, la llamamos trivial de arte. Al final la prueba consistió en:
Preparé un powerpoint con 26 diapositivas, cada una de ellas con una obra de arte que hubiésemos visto en clase (arquitectura, pintura, escultura o contexto histórico). Empezando por un alumno al azar aparecía la primera obra muda, el alumno tenía la posibilidad de comentar esa obra o pasar, sin poder volver a la anterior. Así, cuando acababa su comentario oral de 5 minutos sobre esa obra, lanzaba la siguiente a un compañero, y así hasta que los 13 comentaron una obra.
El planteamiento les gustó, estaban animados y afloró el instinto competitivo. De poco sirvió. No habían estudiado nada, sólo dos alumnos fueron capaces de decirme título y autor exacto de la obra, el resto fue dando tumbos hasta que se les acababa el tiempo. Fue muy decepcionante porque me había preparado concienzudamente esa clase y pensaba, sinceramente, que ellos estarían mejor preparados. Al final de la clase me entregaron también los portafolios con los ejercicios que les había pedido.
Así, nos despedimos hasta el día siguiente, que ya sería mi último día, en el que les daría los portafolios corregidos y las notas finales que habían sacado conmigo (un máximo de 4 puntos).
Al día siguiente no vino nadie a clase (...) Pero me lo tomé con humor, ya me empezaba a acostumbrar al constante cambio de planes :)
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